LA DISCIPLINA DEPORTIVA," EL AUTOCUIDADO"
Uno de los aspectos centrales que permiten la expresión y surgimiento del talento deportivo es la disciplina. Generalmente, todos pensamos que ser un deportista disciplinado implica cuidarse, no beber ni fumar, acostarse temprano antes de una competencia y no cometer faltas en tal sentido… ese razonamiento es correcto, pero no lo es todo.
Indudablemente que la disciplina está asociada a sostener una conducta sin vicios y dificultades de ese estilo por cuanto siempre será necesario recordar que ser deportista implica llevar un estilo de vida especial. Ello lo hace totalmente distinto a quien no hace deporte ya que deberá restringir y cuidar sus momentos libres y disfrutarlos de una forma adecuada.
Quien se desempeña en el deporte sabe que hay determinadas conductas y acciones, tales como trasnoches y la ingesta de alcohol y cigarrillos son incompatibles con el bienestar y desempeño deportivo. Indudablemente que son situaciones que pueden resultar placenteras y gratificantes pero que de ser recurrentes afectan el rendimiento deportivo.
Es ahí donde el deportista debe centrar su atención de forma amplia en el sentido de realizar un análisis de los costos y beneficios de sostener una conducta de este tipo. Esto es, analizar qué gano y qué pierdo al comportarme en forma indisciplinada y, si se mira esto en forma general, se da cuenta que, más allá de los beneficios inmediatos, las dificultades se hacen sentir en uno de los ámbitos de funcionamiento más relevantes para la vivencia del deportista: su desempeño competitivo.
Quizás a primera vista no se note pero un estilo de vida desorganizado repercute indefectiblemente en el rendimiento y si advertimos cuánto le importa a un deportista su desempeño vemos que por una tentación inmediata deja de ganar algo mucho más general y duradero y cuyos efectos, al menos, durarán una semana: su rendimiento competitivo. Es por ello que resulta clara la conveniencia de prevenir más que remediar y así no caer en episodios de arrepentimiento tras obtener un mal desempeño derivado de alguna falta disciplinaria.
Es así entonces, como resulta necesario que el deportista sepa y reconozca que es un ser especial, que tiene un estilo de vida distinto y que deriva su desempeño y bienestar del adecuado uso y cuidado del cuerpo. Para un jugador, el cuerpo es su herramienta de expresión por lo cual debe cuidarlo y evitar someterlo a exigencias innecesarias que después afectarán su bienestar general.
Esta manera de comportarse se sostiene en la capacidad de autocuidado del jugador, esto es, protegerse de tal forma de evitar dificultades y, además, generarse experiencias de bienestar. La disciplina conductual, entonces, es parte integrante de la disciplina deportiva y constituye la base sobre la cual se construirá la disciplina en general; esto es, es muy difícil pedir que un deportista tenga una disciplina precompetitiva adecuada si no tiene la base conductual necesaria. Es aquí donde surge el concepto de entrenamiento invisible: ser deportista no se reduce solamente a competir sino que en llevar un estilo de vida en las, por decir un número, quince horas que están fuera del período de tiempo destinado al entrenamiento técnico, táctico, físico y mental.
Es necesario, entonces, que el deportista sea capaz de trascender la gratificación inmediata y supeditarla a un beneficio más amplio: el desempeño deportivo, corazón central del trabajo de horas y horas gastadas que se van al suelo cuando un jugador comete una falta.
Es bueno recordar que una adecuada condición física y mental es sumamente difícil de lograr y muy fácil de perder por lo que antes de decidir qué hacer debemos pensar en qué efectos tendrá ello en nuestro desempeño para crear así el hábito de proveerse de medios que favorezcan la plena expresión del cuerpo evitando la intromisión de factores ajenos a la situación deportiva misma en el desempeño competitivo.